La pandemia obligó a millones de personas a utilizar la tarjeta de crédito durante meses.
Superado ese periodo, y a pesar de que diferentes estudios hablan de una posible desaparición del efectivo más o menos inmediata, en España el dinero en metálico ha vuelto a la calle.
Cada vez hay menos cajeros y los gastos operativos aumentan, ya que las entidades en estrecha colaboración con Hacienda, saben que el 25 % de economía sumergida que hay en España, solo puede salir a flote si se corta el grifo del efectivo.
De hecho, existen 243 municipios de más de 500 habitantes que no tienen acceso a oficinas o cajeros automáticos y para los que tienen menos población se valoran otras opciones, como usar tiendas, gasolineras o a los carteros para proveer de efectivo a sus habitantes.
En los países del norte de Europa, como Noruega, apenas el 3 % de los pagos se hace en efectivo, lo que podría suponer la desaparición del metálico en un plazo más o menos breve.
De momento, el dinero en efectivo es aceptado en todos los países, (aunque aumentan los negocios en los que se advierte de que no se aceptan pagos en efectivo) y es especialmente necesario en áreas donde los métodos de pago electrónicos pueden no estar disponibles o ser poco fiables.
El uso del metálico, permite mantener un mayor grado de privacidad y un mejor control de los gastos. Cuando se paga con tarjeta de crédito o débito, es fácil gastar más de lo necesario o exceder el presupuesto.
Hacienda busca evitar delitos como el blanqueamiento, el desfalco o el fraude y por ello tiene en el punto de mira el dinero en efectivo: la agencia estatal vigila con mucha atención los movimientos que se realizan con monedas y billetes.
Respecto a las grandes economías del continente, España es la que más ha reducido el pago con billetes y monedas en favor de la tarjeta o el móvil. Pero esta evolución no significa, de momento, la desaparición del dinero en efectivo, pese a la pérdida de peso sobre el total y sigue siendo el principal medio de pago en España.
